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Social Media Manager de Docor Comunicacion. Mi perfil completo en http://about.me/juanrapena

La identidad virtual de la empresa (II): Cinco preguntas antes de bañarse en redes sociales

Una parte del mundo empresarial, sobre todo en la Pyme, observa el mundo del social media con una perspectiva parecida al primer baño del verano (al menos en las aguas norteñas del Cantábrico desde donde escribo): saben que probablemente al principio el agua estará fría y barruntan el mejor método para meterse. También saben que, más tarde o más temprano, tendrán que internarse en las aguas, ya que la gran mayoría de los bañistas lo están haciendo o piensan hacerlo en un futuro cercano. Y quedarse a merced del sol en la arena durante horas, sin refrescarse, puede no ser la mejor de las opciones (incluso en este Cantábrico donde el verano y el calor son algo caprichosos).

Finalmente, adivinando que pronto se acostumbrarán a la temperatura y el remojón se convertirá en una buena experiencia, caminan hasta una orilla lamida por las olas, de arena plana y mojada, y contemplan el rebozo de salitre. ¿Está su empresa preparada para entrar? Hágase antes cinco preguntas:

  1. ¿Por qué quiero meterme? Plantéese qué pretende conseguir: un incremento de ventas, mayor visibilidad para su trabajo, un acercamiento a sus clientes o nuevos contactos profesionales, por ejemplo. O una combinación de todo ello. El punto es que, igual que en el marketing tradicional, es necesario determinar muy bien los objetivos para delinear una u otra estrategia, aquí también deberá hacerlo. Ir pa’ná es tontería, que decía aquel.
  2. ¿Dónde me conviene estar? Cada minuto nacen virtualmente nuevas plataformas sociales en la red, cada una con sus propias características. Clavar una pica en cada uno de esos Flandes puede resultar agotador y poco productivo. No divida esfuerzos. Identifique las diferentes redes y sus características, y céntrese en las que mejor se acomoden a su actividad, tipo de empresa y objetivos. Para no fallar, comience por las tres grandes: Facebook, Twitter y LinkedIn.
  3. ¿Necesito una nueva web o un blog? Una de las cosas que harán las redes por su empresa es derivar tráfico a su página en Internet, así que convendría que ésta corriese pareja al ritmo de los tiempos, por decirlo de alguna manera. Aunque las redes forman parte también de la doctrina McLuhan –“el medio es el mensaje”- y son vehículos de comunicación totalmente equipados, un blog o un gestor de contenidos web le ayudarán a ofrecer contenido propio –esmérese en hacerlo de calidad y dotarlo de utilidad- que le reportará un alza en la atención sobre su identidad virtual y en la posición que ocupa en su sector.
  4. ¿Debo completarlo con otras técnicas? No lo descarte. Hay vida más allá del banner publicitario, y el marketing online puede hacer que su imagen 2.0 cabalgue a lomos de un veloz alazán por las praderas digitales. Tanto la publicidad en redes –Facebook, por ejemplo-, como los anuncios patrocinados de Google o la optimización de su página web para motores de búsqueda pueden convertirse en grandes aliados.
  5. ¿Cómo lo hago? Como todo en la vida, hay dos opciones: puede hacerlo usted mismo o recurrir a un profesional. Si opta por el do-it-yourself, sea curioso e investigue online las tendencias del social media, un magma en constante ebullición. No está de más tomar algún curso; manos a la obra y suerte. Y si decide optar por un profesional, dado que confía más en su experiencia o si la actividad empresarial absorbe por completo su tiempo, elíjalo bien. Busque alguien que sepa tanto de redes y herramientas digitales como de marketing y comunicación. Sobre todo –muy importante- explíquele bien lo que quiere, déjese aconsejar, y enséñele perfectamente quién es usted y lo que hace su empresa.

Que tenga un buen baño. Seguiremos hablando.

La identidad virtual de la empresa (I): Construyendo un cuerpo

El prodigioso salto en las comunicaciones que hemos dado en los últimos años ha proporcionado a particulares y empresas la posibilidad de salvar grandes distancias con un solo click. Las redes sociales y el 2.0 son el equivalente de una gigantesca pértiga que nos permite salvar el cañón del Colorado como si fuera un pequeño bache en la carretera. Alcanzar el otro lado del mundo –o la oficina situada a unas calles de distancia- es hoy posible gracias a la metafísica de Internet. No hay paredes en el infinito donde se mueven mails, tuits, posts y actualizaciones web.  El mensaje digital es hoy un ectoplasma en toda regla para el que no existen las barreras.

El camino dorado del 2.0 se forma ladrillo a ladrillo ante nuestros ojos, con puertas a cada paso del camino que se abren a nuevos mundos de posibilidad. La empresa ha de incorporarse a esta ruta sí o sí, a medio plazo, ya que el avance imparable de la tecnología y el cambio de hábito del consumidor lo encaminan a esta gran plaza pública. Basta ver las grandes historias de éxito del comercio electrónico, la viralidad de las campañas de comunicación en red y las estadísticas de visitas web tras subirse a lomos del 2.0. Que no es un potro desbocado, sino un alazán obediente y veloz. Para el que, no obstante, hace falta observar ciertas reglas al cabalgar.

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La primera es la de dotar a la empresa de una identidad virtual; un algo que se compone de muchos pequeños detalles, un cuerpo humano digital conformado por una miríada de elementos que se articulan poco a poco. Así se van integrando, el paseo por la nueva Internet se vuelve más fragante, placentero y útil. Un canal que poco a poco irá tomando más importancia y que pese a algunas reticencias y referencias a burbujas tecnológicas, tomará mayor cuerpo cada año.  Porque ya está funcionado; ya está demostrando su utilidad para conectar a consumidores y empresas, a empresas con empresas. Con solo un click. O varios, vamos a ser realistas.

Querer es poder. Imaginar es comunicar. El océano lleva nuestro mensaje a mil y un puertos, y debemos ocuparnos de que sean tan reales y deseables  como las preciadas especias de Zanzíbar, Egipto o la lejana China  lo eran en tiempos antiguos en cada muelle. Hay que hacerse a la mar. Sin miedo a la tormenta.