Lo que cuenta del año

medios de comuniaciónAcaba 2014 con una noticia entre dos aguas, a caballo entre la preocupación y la esperanza: el viejo oficio se muere. ¿Cuál? ¿Qué oficio?, se preguntarán los más hipocondriacos.  Obsérvese que la expresión lleva un adjetivo por delante: viejo. La estructura clásica del periodismo tiene la pintura desconchada, presenta grietas y se sujeta como una antigua ruina romana, una maravilla cuya utilidad ha de valorarse caso por caso. Una lectura clásica de la profesión nos recuerda que lo que queda del año es lo que se cuenta. Esa verdad no se ha destruido, ninguna puede romperse. Pero la verdad necesita que le dé el aire y la luz, precisa de testigos que cuenten lo que ocurre y por qué. Desde Santo Tomás se sabe que hay un mundo que sólo cree en lo que ve, en lo que oye, en lo que toca. Lo invisible no existe.

Qué ocurre y por qué. Esas son las dos preguntas candentes del nuevo periodismo, no entendido como aquel que coronó a Truman Capote como el rey con su novela testimonio A sangre fría y que se definía como “un estilo bastardo que juega a dos bandas, explota la autoridad fáctica del periodismo y crea atmósferas propias de la narrativa”, sino ese otro que obedece a la ley de la urgencia. El primer artículo de este Nuevo Periodismo Bis ordena contar lo que ocurre, no lo que ocurrió. El pasado es viejo. El pasado sirve, eso sí, para contar por qué pasaron las cosas. Esa es la segunda artículo de la ordenanza: explica cómo es posible que algo haya ocurrido. El por qué y sus consecuencias. Una nueva idea subyace: informar sobre lo que pasará mañana, adelantarse a la noticia.

En el moderno lenguaje de los TICs y la comunicación digital bastaría con eso: rápido, rápido. Qué pasa y por qué. Ya está, contado. Siguiente página. Pero esa sería una reducción drástica del manejo de la información. Hace falta una imagen, el auténtico icono del siglo XXI. Una imagen en movimiento, a ser posible. Y hace falta un punto de encuentro, más allá de los medios clásicos. Internet y las redes sociales son la plaza donde se reúnen hoy quienes tienen algo que contar y saben cómo hacerlo.

Hoy las fuentes de información son inagotables. Cada ciudadano lleva consigo un arma de información masiva, una herramienta tecnológica que aporta información fresca. De ahí ha de beber un periodista del futuro, no cabe duda. Pero no será suficiente con apagar la sed de conocimiento. El periodista ha dejado de ser el mensajero, debe ir un paso más allá: ser el intérprete.

mass media

A través de la información se construye la realidad. Por eso es necesario ser meticuloso en su cuidado.  Y es entonces, cuando el periodista juega un papel más activo, cuando más ojos hay que poner en los cuidados de  la libertad de expresión. No se trata solo de un derecho fundamental, sino que aparecen como un deber de los poderes públicos defender esa libertad. Es también ahí donde la sociedad debiera poner el acento de sus exigencias. No por nada, los periodistas son los guardianes de  otros muchos derechos fundamentales de la sociedad, los garantes encargados de vigilar el cumplimiento de todos ellos, denunciando los desmanes y señalando con el dedo a los infractores.

Basta un simple ejercicio de memoria con uno de los conceptos más en boga de este 2014 que se apaga. ¿Cuándo se fundó Podemos, cuál fue su origen, qué papel jugó Pablo Iglesias en su fundación y en qué elecciones aparecieron en escena? Aparece ahí un pasado reciente que debiera resolverse sin necesidad de consultar a las fuentes. ¿Complicado, verdad? A lo largo de todo un año, el río de acontecimientos que nos baña es caudaloso. Tanto, que se hace complicado quedarse con la sustancia, con el tuétano de lo que interesa a cada uno de nosotros. El viejo periodismo de fuentes tradicionales  no puede con todo ese torrente que cae por las laderas de Internet, de las redes sociales, de los mil y un focos de información que parpadean sin cesar como carteles de neón de Las Vegas. El nuevo periodismo ha de coger el relevo. Darle memoria a la sociedad, llevarle a mirar hacia el interés común y dar respuestas a sus necesidades y demandas. Por cierto: Podemos se fundó el 17 de enero de 2014 y su origen se encuentra en el manifiesto Mover ficha: convertir la indignación en cambio político, presentado el fin de semana del 12-13 de enero de 2014 y difundido por la publicación digital Público, que firmaban una treintena de intelectuales, personalidades de la cultura, el periodismo y el activismo social y político. Aunque no fue uno de los firmantes del manifiesto –¡no estuvo en aquel embrión!–, el 14 de enero se anunció que el profesor de Ciencia Política de la UCM y analista político Pablo Iglesias encabezaría el movimiento que irrumpió en escena en las elecciones europeas de 2014, logrando cinco escaños (de 54) con el 7,98 % de los votos. ¿Cuánto de ello hubiese acertado?

 

 

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